lunes, 10 de agosto de 2009

La vuelta al hogar

La vuelta al hogar tuvo sus momentos.


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En realidad, no era una etapa dura, y si nos cansábamos, siempre nos quedaba la autopista, así que improvisamos. Salimos de Sos por la A-127 rumbo a la N-240, que teníamos que coger en Liédena. De allí, no quedaba nada hasta Pamplona (y además es la A-21), así que decidimos volver sobre nuestros pasos en la segunda etapa y disfrutar de las vistas del embalse de Yesa.

(Dos imágenes del embalse de Yesa./ Olympus Micra)

La carretera es muy buena, aunque en la presa están en obras y si es día laborable hay tráfico intenso de camiones. Sin embargo, merece la pena comerse un poco de humo para ver el Mar de los Pirineos, donde, además, se puede navegar. En algunos tramos, también fuimos testigos de cómo avanzan los trabajos de la autopista que unirá Pamplona y Jaca. En Escó dimos la vuelta para retomar la ruta a casa.

Desde Liédena hasta Pamplona, fuimos por autopista. Y en la capital navarra tomamos el desvío por la AP-68 hacia Vitoria. El trayecto es de sobra conocido para nosotros y podríamos haber cogido alguna comarcal, pero el tiempo en la zona vasca amenazaba lluvia y quisimos evitar mojarnos. Eso sí, como no queríamos llegar a casa para comer, hicimos una parada 'de lujo' para despedir el viaje.

(Entrada al Parador de Argómaniz./ Olympus Micra)

Hace tiempo que teníamos ganas de conocer el Parador de Argómaniz, que había estado cerrado por reforma durante meses. Decidimos darnos un pequeño homenaje gastronómico, como corresponde a todo viaje motero (jajaja) y comimos en este palacete renacentista. Recomendable, sin duda. No me extraña que fuera aquí donde dice que Napoleón repuso fuerzas antes de asaltar la ciudad de Vitoria. El lugar, además, es una delicia: desde el edificio se ve la ciudad, que está a unos diez kilómetros, pero la zona es tranquila no, lo siguiente... Vamos, para sestear a gusto en la terraza de la cafetería.

(Terraza de la cafetería del Parador de Argómaniz./ Olympus Micra)

domingo, 9 de agosto de 2009

A-2602. ¿Un buen lugar para quedarse sin gasolina?

Si ayer era la 'Tourpirenaica', hoy podríamos hablar de 'Maratopirenaica'. El martes tenemos que estar en Santander, así que hoy teníamos que acabar en un lugar a medio camino entre Vielha y Bilbao. El elegido ha sido Sos del Rey Católico, donde hay un parador precioso que hemos elegido como nuestro 'descanso del guerrero'. Sin embargo, no queríamos dejar los Pirineos sin peregrinar hasta Motocard. Y eso está en Andorra, concretamente en La Margineda. Así que ya os imaginais lo que hemos hecho ¿no?

El primer trayecto no ha tenido complicación. Lo primero ha sido subir el puerto de la Bonaigua. Después de años de hablar de él, por fin lo he conocido. Y confieso que me estaba impresionando, pero menos... hasta que lo hemos coronado y ha tocado descender... ¡¡Qué gozada!! Una carretera recién arregladita que enlazaba horquillas como trenzas... Sin palabras.

(El valle, visto desde la carretera que sube a la Bonaigua./ Olympus Micra)

Luego, hemos ido hasta Sort, donde sí, había cola para comprar décimas en La Bruixa d'Or, pese a ser domingo. Y hemos subido el Col del Cantó. Es un puerto maratoniano, porque es muy muy muy muy largo. El desnivel que se libra es interesante, pero no hay cuestas de gran porcentaje porque el paso entre un valle y otro se hace por las laderas de las montañas, buscando el lugar más sencillo. Los que estéis cerca de Lérida, apuntaros esta ruta, porque merece la pena:


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Una vez pasado el Cantó, se llega rápido hasta La Seu d'Urgell, y justo antes de entrar en el casco urbano está el desvío hacia Andorra, que dista apenas 10 kilómetros. La Margineda queda muy cerca de la frontera. Para los cotillas: sí, caímos en la tentación y se vino con nosotros una cazadora Dainese de verano.

Una vez cumplida nuestra misión (mantener el Principado gracias al consumo del turismo) y después de haber comido (¡¡por fin un sitio donde un sandwich vegetal es eso, vegetal, y no lleva kilos de mayonesa!!), pusimos rumbo a nuestro destino definitivo: Sos del Rey Catolico. Por delante nos quedaban 368 kilómetros.


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Volvimos a Sort por el Cantó y una vez allí tomamos la N-260 en sentido Tremp. Ésta nos llevó a pueblos muy curiosos, como Gerri de la Sal (que se llama así por sus salinas, conservadas hasta nuestros días), donde los tejados habían vuelto a ser de teja, y nos mostró paisajes muy bellos.

(Gerri de la Sal./ Olympus Micra)

Sin embargo, la sorpresa nos la dio la carretera entre Tremp y Puente de Montañana, la C-1311. A partir de esta localidad, donde sí que hay un puente que sirve de límite entre las provincias de Lérida y Huesca, tomamos la N-230 para luego seguir por la N-123 a partir de Benabarre hasta Barbastro, donde retomamos la N-240 hasta la capital oscense.

(Vista desde la c-1311, entre Tremp y Puente de Montañana./ Olympus Micra)

El tramo por la N-123 fue llanamente espectacular. Lo haría mil millones de veces. Es un desfiladero precioso, el río baja por un cañón digno de ver y hay varios miradores a los que se accede con facilidad desde la vía que descubre la espectacularidad del paisaje. Uno de ellos es el de Olvena, que aunque obliga a desviarse del camino, tiene pinta de ser muy recomendable. Está en el pueblo, pero en una colina que se sube por un empinado y escalonado camino. Evidentemente yo no subí: la ropa de moto es demasiado... Pero me quedé con las ganas.

(El cañón desde la N-123./ Olympus Micra)
(Vista del cañón desde la carretera que va hacia Olvena./ Canon EOS 400 D)

Desde Huesca ciudad, cogimos la A-132 hasta Bailo. Es una carretera muy cómoda y se llega en nada. Aunque hay tramos más lentos porque, como siguen el cauce del río, es más sinuosa. Desde esta vía, además, se pueden obtener unas grandes vistas de los Mallos de Riglos: los escaladores los conocerán bien, para los demás, son unas imponentes agujas de conglomerado que se alzan desafiantes en una ladera (Wikipedia los define mejor).

(Los mallos de Riglos./ Olympus Micra)

A partir de Bailo teníamos dos opciones: seguir por la N-240 o tomar una vía aparentemente más directa hasta Sos, para no dar mucha vuelta. Y digo aparentemente porque, en realidad, no sé que hubiera sido 'peor'. Teníamos gasolina, justa, pero teníamos. Sin embargo, el tramo de ¿35 kilómetros? por la A-2602 puso a prueba nuestros nervios. La comarcal es lenta: piso irregular, asfalto antiguo, sin señales verticales y casi horizontales... Y se convierte en una mini montaña rusa que sube y baja puertos de poca altura, pero remontados a base de curvas y horquillas. Hubo momentos en los que pensé que no se acababa nunca. Y por nuestras cuentas, el tanque de la moto debía estar bastante vacío.

Después de un trayecto contando los mojones de la carretera (en un intento desesperado por calcular si nos llegaría con lo que nos quedaba de combustible), encontramos el desvío que teníamos que tomar por la A-1601 hasta Sos. Era todo cuesta abajo hasta los pies de un pueblo que yo pensaba que era nuestro destino, así que respiré: si nos quedábamos secos. podríamos bajar como en bici ¿no?.. Jajajajaja. Pero ese pueblo no era, obviamente, Sos. Al llegar, una señal nos indicaba que teníamos que remontar otra pequeña colina... Y luego otra más... Se nos hizo eterno. Al final, llegamos a un nuevo desvío desde donde se veía esto:

(Vista de Sos del Rey Católico./ Canon EOS 400 D)

Entonces, nuestra misión era encontrar la gasolinera... Porque, cruzábamos los dedos, confiabamos en que hubiera una ¿dónde iban a repostar, si no, los vecinos de Undués-Pintano?.. Y cuando ya dábamos por perdida la guerra (no avistábamos ninguna a ojo y el pueblo estaba en un alto que no parecía tener lugar para tal infraestructura), se apareció ante nuestros ojos esto:

Así que allá que fuimos. Casi beso a la señora de Repsol. La sorpresa fue cuando nos llena el depósito y ¡¡no entran más de 12 litros!! En fin, si lo sé, no sufro...

sábado, 8 de agosto de 2009

'Tourpirenaica'

Altos Pirineos, allá vamos... Con esta idea en la cabeza me levanté hoy. Tenía muchas ganas de que llegara este día porque hoy tocaban puertos míticos que sólo conozco del Tour, así que os podéis imaginar que me lo he pasado cual cochino en barro, pese a que al final de la jornada nos hemos mojado un poco.


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Nuestro primer reto era el Portalet. La subida fue de lo más agradable. La A-136 es una carretera muy cómoda, aunque el frío no le ha tratado muy bien el pasado invierno. Remonta el cauce del Gállego, y a la altura del desvío al pueblo de Panticosa (precioso, por cierto), después del embalse del Búbal, se vuelve más abrupta y bella. Unos kilómetros más arriba, superada las hoces, se vuelve a encontrar con otro embalse, el de Lanuza.

(Embalse de Lanuza./ Canon EOS 400 D)

A partir de aquí continúa la ascensión al Portalet por Formigal, pueblo y estación de esquí, que en esta época del año es territorio del pastoreo. No es una ruta muy sinuosa ya que la vía está muy acondicionada y ensanchada para facilitar el tráfico en invierno. Sin embargo, una vez que llega la frontera con Francia, la cosa cambia.

(Rebaño de ovejas en la parte española del Portalet./ Olympus Micra)

La A-136 se convierte en la D934, más estrecha, como corresponde a una carretera de montaña. El descenso por ella es prolongado y muy bello: las cumbres se engrandecen, desaparecen los árboles y arbustos, y en algunas curvas saludan carteles de venta de queso casero, que coinciden con la aparición de alguna granja cercana. A nosotros, además, nos tocó disfrutar del paisaje con jirones de niebla.

Casi en las faldas francesas del Portalet está Les Eaux-Chaudes, un pueblo balneario que sorprende por sus paredes blancas y que da paso a un desfiladero precioso que a nosotros se nos terminó unos diez kilómetros más abajo, justo donde tomamos el desvió hacia Eaux Bonnes, por la D918, la puerta hacia el Col del Aubisque.

La ascensión hacia esta cumbre mítica me impresionó mucho más que las anteriores. Hay curvas muy cerradas, con una carretera muy estrecha y que dejan a uno de sus lados desafiantes precipicios verdes. En nuestro caso, también blancos porque en esta zona sí que había bastante bruma, aunque bastante menos que la del día anterior en la zona de Irati.

(Las bicicletas del Aubisque./ Canon EOS 400 D)

Me hizo gracia que en la cima (1.709 metros) hubiera chiringuitos para tomarse algo y comprar ropa de abrigo, aunque, la verdad, estaba lleno de turistas. Alguno, con problemas mecánicos, por cierto. Tiene que ser una auténtica putada pinchar y tener que cambiar la rueda ahí arriba, como le pasó a unos ¿alemanes? que iban en monovolumen. Otros, cuando se bajaban del coche se ponían a hacer estiramientos... No me extraña.

De ahí pusimos rumbo a Soulor. En la pequeña bajada para enlazar los puertos nos adelantaron un grupo de motoristas a los que daba gusto ver tomar las curvas. La verdad es que se les notaba la pericia hasta que la niebla tomó la carretera y no les volvimos a ver. Y en seguida, comenzó la ascensión a Soulor, que me impresionó muchísimo porque la carretera bordea la montaña y siempre tienes a la izquierda un importante desnivel amenazante. Esto también te permite ver la amplitud del paisaje pirenáico francés.

(Camino hacia Soulor./ Olympus Micra)

Desde aquí, el largo descenso hasta Argelès-Gazost permite observar cómo se transforma el pasiaje y la flora según se baja altura: de praderas peladas por el ganado se pasa a zona de arbustos y de ahí a tupidos bosques de hoja perenne hasta que se llega a los valles, donde se abren las llanuras y aparecen los pueblos de tejados de pizarra.

El siguiente puerto era el mítico Tourmalet. ¡Menuda ascensión! En Luz-Saint-Sauveur, donde paramos a comer ligero, vimos que probablemente habría niebla. Es más, la camarera del bar donde nos paramos nos los dijo. Sin embargo, erró. Como en los anteriores puertos, sólo algunas partes eran ciegas. Y, además, no hacía nada de frío.

(La carretera que serpentea hacia el Tourmalet, desde la cima./ Olympus Micra)

Me impresionó mucho la subida. Y sobre todo, que haya autobuses que se aventuren por la estrecha carreterita que sube a la cima. Sí, nos tocó uno polaco al que adelantamos (dicen que sin problemas, pero yo cerré los ojos, jajajaja). Arriba había mucha gente y hasta sol. Desde luego, no era una ruta 'original'. Eso sí, el Tour ya no volverá a ser lo mismo.

Después de esto nos quedaba el Aspin y el Peyresourde. Este tramo fue bastante divertido. Acababa de llover y todo brillaba gracias al claro que se había abierto entre las nubes, así que os podéis imaginar la intensidad de los diferentes tonos de verde del paisaje. Había que ir con cuidado porque el asfalto estaba bastante mojado y porque había 'moros en la costa'.

(Vacas en la carretera que sube al Col d'Aspin./ Olympus Micra)

O mejor dicho vacas en la carretera. En mitad, concretamente. Y sin intención de moverse. Se armó una pequeña caravana y fue genial el intento de algunos coches por pitarlas para que se apartara. ¡Ay, pequeño saltamontes, éstas se mueven sólo cuando les conviene... o las arreas! Al final, les pareció que el sitio se había masificado y se dieron el piro... Quizá también leyeron el pensamiento de algunos.

Para entrar en España de nuevo, elegimos la ruta que nos llevaba hacia el Portilhon. Y ahí sí que hacía un poco de frío. Se conoce que el día había sido bastante feo. Como me estoy alargando mucho, no quiero contar demasiados detalles sin trascendencia. Sólo voy a decir que una vez pasados los otros, éste se me hizo de juguete, aunque la bajada se las traía. ¡Qué larga! Ya a los pies, empezó a llover, así que cogimos carretera y manta y llegamos a Vielha.

El pueblo me gustó mucho. Quizá esperaba menos y por eso, en el paseo de rigor antes de la cena, me quedé prendada. Me gustó especialemente un rincón que dicen que es el más viejo del lugar. Había dos bares muy curiosos. Nosotros elegimos el segundo, donde acaba el callejón. Era un sitio tranquilo donde, además, pinchaban música muy agradable, pero no me acuerdo del nombre...

(El rincón más viejo de Vielha./ Olympus Micra)

viernes, 7 de agosto de 2009

Cosiendo Francia y España

En vacaciones no me cuesta madrugar. Es curioso. Hoy estaba en pie a las ocho y media... Y tan feliz. Bueno, feliz hasta que abrí la ventana y me percaté de que el tiempo no iba a ser taaaan bueno como yo esperaba. Hoy lo previsto era enlazar puertos entre Navarra y Francia para luego llegar a Huesca. Y así fue... pese a la lluvia y la niebla.

Desde Arizkun hemos ido por Erratzu para subir el puerto de Izpegi (672 metros). La ascensión ha sido preciosa y larga, aunque tal y como hacía prever el cielo, nos cayó la nube encima. Realmente no nos llovió, pero la niebla estaba baja y hubo tramos donde no se veía el final de las curvas. Fue divertido: no sabías cuando ibas a parar de subir. Ni Michael Landon en ‘Autopista hacia el cielo’.

(Puerto de Izpegi./ Olympus Micra)

El descenso por la vertiente francesa nos deparaba mayores sorpresas: para empezar, estaba más despejado, lo que nos permitió disfrutar del paisaje. Las montañas se hacían bien visibles, rematadas en pico, como cuando las dibujamos siendo niños. Y los colores... tierras, arcillas, verdes intensos y amarillos. La combinación perfecta.

Eso sí, el asfalto era algo peor y no había que perder ojo de la carretera por si te encontrabas con tráfico extraño tal como vacas, caballos o cabras. Éstas últimas doy fe de que son, llamémoslas, tranquilas: se tumban en la carretera y esquívalas tú, que a ellas les da la risa. Al menos no haen como los perros, que se acercan a ladrar.

(Cabras en la carretera que desciende del Izpegi a Baigorri./ Olympus Micra)

Abajo ya queda el País Vasco francés, una zona preciosa donde no hay que perderse Saint-Etienne-de-Baïgorry y, sobre todo, Saint-Jeann-Pied-de-Port. En esta última localidad están en fiestas hasta el domingo (y vuelven a estarlo a partir del 15), así que de aparcar ni hablamos (suerte que nosotros en un paseo podemos volver).

(Fachada de Baigorri./ Olympus Micra)

No hay que perderse el caso viejo y un puente desde donde se ve (gracias, Wikipedia) el río, Nive, encajado entre los edificios de piedra y sorteado por otro puente más antiguo, de estilo medieval. Es una vista muy parecida a la que se obtiene desde otra calle de Durango, en Vizcaya. Ah, y hay un Lidl, por si algún motero no encuentra excusa para hacerse un paseíto hasta esta zona...

Desde ahí, la idea era acercarnos a Navarra por Larreau. En medio queda el bosque de Irati. Y poco puedo decir de él, porque la niebla y la lluvia no permitían ver el paisaje. Sí aseguro que el paseo por el Col d´Haltza (782 metros), el de Berdincurutcheta (1135 metros) , el Les Chalets d'Iraty (1284 metros) y el Bagargui (1327 metros) merecen la pena: van todos seguiditos sin descensos prolongados (si es que llega a haberlos).

Entre los dos de en medio hay un lago precioso y ya subiendo a Les Chalets hay otro más pequeño y una zona de acampada que con buen tiempo tiene que ser una delicia. De esta zona no habrá fotos, no me fío de que la cámara que llevo al cuello sea todo lo 'waterproof' que dice... El último paso es el que ya baja a Larreau, donde se enlaza una nueva subida hasta el Col de Erroymendi (1362 metros) y el puerto de Larreau (1573 metros).

El último trayecto se me hizo un poco largo por la niebla. Apenas veía nada a los lados y delante había zonas donde no había visibilidad más allá de los 200 metros. Creo que aún así el paisaje era muy bonito, pero sólo puedo hablar de lo que supongo después de bajar hacia el valle del Roncal. Qué amplitud de valles y qué primorosos bosques de pino. El tiempo mejoró tanto que hasta sobraba alguna prenda que otra, y no hay nada como un poquito de sol para olvidarse de las manos mojadas (guantes de verano, querido Watson).

(Una calle de Isaba, con el camión-supermercado./ Olympus Micra)

El trayecto hasta el pueblo de Roncal es bello y rápido, la NA 140 y la NA 137 están perfectas, salvo alguna travesía estrecha por las casas. Nosotros paramos en Isaba para comer, otra joyita de pueblo, pero casi sin darte cuenta cruzas la frontera entre Navarra y Aragón, y te plantas en Jacetania. De esta zona hablaré con más detalle, porque merece la pena. La carretera (A 137) pespuntea un desfiladero precioso que se abre a una llanura de un amarillo intenso.



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A partir de Burgui, cogimos la N-240 en el extremo más oriental del Mar de Aragón y nos plantamos primero en Jaca, luego en Sabiñánigo y en dos minutos en Senegüé, donde hoy descasamos en el Hotel Casbas, un dos estrellas muy práctico y acogedor. Hoy la cerveza con limón estaba más que ganada. Por cierto, del pueblo, Senegüé, hablaré más adelante, porque el paseo por él antes de la cena ha sido muy grato y productivo.

(Una casa en Senegüé./ Canon EOS 400 D)

jueves, 6 de agosto de 2009

On the road

220 kilómetros. Esta es la tarjeta de presentación de la primera etapa de mis vacaciones. El propósito de este año era hacer una transpirenaica, y en ello estamos. Esta mañana salimos de Bilbao y a estas horas, reposo la cena en Arizkun, un pueblecito muy coqueto del valle del Baztán. Entre tanto han pasado curvas, muchas curvas, subidas, bajadas, baches, coches, fronteras y bosque, también mucho bosque.


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Confieso que no he madrugado. Los viajes en Antígona, una BMW F800 S, no tienen el componente maratoniano que tenían los de Estela, una YBR 125. Así que me he permitido el lujo de salir de casa a las 11:30 horas. ¿Rumbo? Las Vizcaya y Guipúzcoa profundas. La ruta para llegar a Arizkun no ha sido por la costa, el camino hasta Hondarribia es precioso, pero lo hice este invierno.

Sin embargo, el camino que sigue la N 634 hasta Elgoibar es muy entretenido. Pueblos atravesados por una carretera que miran hacia ella y comparten los huertos y los portales con los vehículos. A partir de ese puntto, la GI 2634 lleva hasta Tolosa, la capital histórica de Guipúzcoa mostrando las entrañas de la provincia, hechas de caseríos y empresas relacionadas, sobre todo, con el metal.

Esta carretera te lleva, además, a la basílica de Loyola, donde cada 31 de julio se hace una misa por el fundador de la Compañía de Jesús y patrono de Vizcaya y Guipúzcoa: San Ignacio. La sociedad vasca, aunque a priori no lo parezca, tiene cierta devoción religiosa que se ve hasta en el mundo de la política. A la Eucaristía en Loyola suele ir el lehendakari, además de otros representantes institucionales.

A partir de Azpeitia, la GI 2634 se hace más pequeña. Son sólo 12 kilómetros. Pasa por Errezil. Y sube hasta los puertos de Iturburu y Bidania. El trayecto es impresionante. Parece un valle perdido. De esto, hablaré a la vuelta, porque tiene un post... Y además ilustrado.

(Entrada al pueblo de Errezil./ Olympus Micra)

Una vez en Tolosa, hay que poner rumbo a Leiza por la GI 2130. Nosotros comimos en este pueblo ya navarro. Justo en la carretera, frente al parque de bomberos está el Restaurante Sagardi, un lugar sin pretensiones donde dan comida casera a muy buen precio. Hay menú del día por diez euros y es generoso. A mí me encantaron las espinacas, pero me consta que la ensaladilla es de sobresaliente. Por cierto, que nos encontramos con un grupo de moteros catalanes...

A partir de ahí, nuestra intención era llegar a Sare, Francia, pero por Bera del Bidasoa (N 121 A). Sin embargo, nuestra habilidad para encontrar obras nos hizo desviarnos en Etxalar... Todo un descubrimiento. Y seguir por la NA 44OO. Para luego coger la D4 en Francia. Justo en la frontera está el Puerto de Lizarietta, un buen lugar para tomarse un café mientras ojeas cómo los pasos fronterizos se hacen historia.

(Una calle de Etxalar./ Olympus Micra)

De ahí, pusimos rumbo al Baztán y a la casa rural donde nos quedamos. Zilbetinea, en Arizkun. Una edificación de 1904 que asemeja a las casas de los indianos y que está en la plaza del pueblo. Las vistas son una pasada y por dentro es como una caja de sorpresas. La verdad es que el lugar es de postal, y a quien le guste la arquitectura tradicional se lo puede pasar en grande. Además, no necesitas moverte del pueblo para cenar o tomar algo. Modesto, eso sí. Las estrellas Michelín, para otro viaje.

(Casa rural Zilbetinea, en Arizkun./ Olympus Micra)